La sombra del Metro...


   Un día más, me levantaba al amanecer, cuando los pájaros chiflaban en el poyete y el sol llenaba toda el aura de mi ventana con esa gran hermosa luz. Aún así escuchando las noticias como solía hacer siempre tomándome el desayuno, la chica del pronóstico meteorológico nos hacía saber como durante el día cambiaría el tiempo, anunciando lluvias torrenciales y vientos huracanados.




Bajando la escalera como solía hace cada mañana Toby esperaba erguido su galleta con sabor a canela, el sonido de la caja y el olor tan dulce que desprendía. Cogí mi gabardina y dándole su galleta acaricié su cabecita dejándolo ser el amo de la casa, ciao Toby.



Como siempre, el reloj de la torre daba la hora y me disponía a salir de casa a coger el metro, largas vías enterradas y raíles oxidados, que veía todos los días al ir a trabajar, y esos azulejos blancos donde todo se refleja.



Sentado frente a los vagones del metro, ese sonido tan estridente que me hacia despistarme de mis pensamientos, sombras allí y allá que corrían para no perderlo.

Entre codazos y empujones por el movimiento del vagón pensaba en lo que me había pasado hace unos días. Estando sentado en aquel banco frente a las vías, en la que esperaba el metro en aquellas profundidades, un escalofrío recorrió mi cuerpo, sentí mucho frío, más de lo normal y mis manos se llenaron de sudor, cerré los ojos un par de veces y me pregunté a mí mismo si era verdad lo que estaba viendo. Una sombra de una gabardina y un sombrero negro, era muy alto y corría como si perdiera el tren, pero lo que mas me sorprendió fue que se tiró a las vías del metro y siguió corriendo en sentido contrario al que el tren siempre venía. Me levanté del banco asustado asomándome a las vías y con mucho cuidado miré hasta dónde se perdía la luz, pero no lograba verlo. Hoy nuevamente después de trabajar esperaba en ese banco y había unos hombres con unos chiquillos de pié contando una historia, y me acerqué, el señor mayor contaba que hace años un hombre con mucho dinero, de gabardina y sombrero negro, que se sentaba siempre en el mismo banco frente a las vías del metro vio como un niña pequeña estaba discutiendo con su madre por un juguete que quería, se escapó de la mano de su madre corriendo hacia las vías, y el hombre viéndola salió corriendo tras ella, con la suerte de que la salvó de que se cayera, pero con la desgracia de que él cayó en las vías y el tren lo arrolló haciéndolo desaparecer, cuenta la historia que ese hombre se pasea por las vías haciendo el mismo recorrido, sentado en el banco frío, haciéndole sentir ese escalofrío a todo aquel que a la misma hora de su muerte se sentaba en el mismo banco que el se sentaba él.




Dejando vagar su alma en aquellas profundidades donde solo las vías del tren saben de él...




                        "Cuida cada detalle porque quizás algún día no te reconozcas"