
crecen en armonía de un paraíso de ternura y belleza.
Respiro alzando mi pecho, levantando mi rostro haciendo entrar el aire limpio que corre dentro de mi y sigo caminando, dejo desplomar mis hombros sobre mi cuerpo vagabundo en sentidos traspuestos y sigo caminado, esta vez abriendo la palma de mi mano, dejándola caer en el gran tilo central de aquel jardín.